Algunos poemas que me gustan de la poesia universal




Nosotros no mentiremos

Nosotros no mentiremos,
no habremos de recurrir al oro falso,
como quienes apelan de pronto a una impostura;
no diremos que las lluvias traen paz y las inundaciones beneficio,
que pueden las cordilleras bajar a las llanuras,
o que en días aciagos el fervor se mantiene
como un metal de permanente brillo.

No, nosotros no mentiremos

no elegiremos al hijo un sitio fatuo,
no instaremos a su alma a la mansedumbre
ni al inútil orgullo que desvía la luz de la justicia.
.
No iremos a compartir la mesa
de los mercaderes, no armaremos las trampas
que ellos preparan a los pájaros desorientados en invierno,
no deformaremos tampoco nuestra historia de amor y de penurias
y la ofrecemos tal cual sea en su copa de fiebre y de tormento;
y si tuviésemos que edificar en la ilusión
y en el tul del ensueño, nuestro abrazo perenne
será veraz, desgarrador y puro,
de modo tal que puedan acercarse a este sitio los claros y los simples.
No, no diremos siquiera
que no envejeceremos, no subiremos a las nubes
ni bajaremos de las nubes, y sólo así, con el cáliz en alto, ayudaremos a vivir
con nuestra sola verdad clara, con el idéntico
gesto con que ayudamos a atravesar la calle a los mendigos,
y seremos los primeros y los últimos,
igual a todos los mortales masticando su yerba.
.
No, nosotros no mentiremos.



Elvio Romero 
("El viejo fuego", 1969)




Cumpleaños


He cerrado la puerta de mi padre.
Finalmente lo supe, al amanecer
de este cumpleaños en que te sobrevivo.
Pero aún con la difícil respiración
al borde de la cama y sombrías
opciones por delante, puedo entender
que tú y todos los muertos han perdido
y que vivir es el único prestigio que cubre la tierra.
Entonces, todo lo que es está bien.
Por alguna razón me incorporo; jadeando,
vacío tu rostro hacia la pesada oscuridad
y tengo tu misma manera de torcer la boca
al paso de la puntada por el pecho anginoso.

Joaquín Giannuzzi

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Altazor



...Altazor morirás Se secará tu voz y serás
invisible
La Tierra seguirá girando sobre su órbita precisa
Temerosa de un traspié como el equilibrista sobre
el alambre que ata las miradas del pavor.
En vano buscas ojo enloquecido
No hay puerta de salida y el viento desplaza los
planetas
Piensas que no importa caer eternamente si se
logra escapar
¿No ves que vas cayendo ya?
Limpia tu cabeza de prejuicio y moral
Y si queriendo alzarte nada has alcanzado
Déjate caer sin parar tu caída sin miedo al fondo
de la sombra
Sin miedo al enigma de ti mismo
Acaso encuentres una luz sin noche
Perdida en las grietas de los precipicios...


Vicente Huidobro

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La naranja

Al igual que la esponja, la naranja busca recuperar su compostura tras pasar por la prueba de haber sido estrujada. Pero si bien la esponja lo consigue siempre, la naranja jamás, porque sus células ya estallaron, sus tejidos están ya desgarrados. Mientras externamente va de a poco recobrando su forma gracias a su elasticidad, se ha derramado un líquido de ámbar, acompañado de un frescor y de perfumes suaves, es verdad, pero también muchas veces de la amarga conciencia de que han sido expulsadas antes de tiempo sus pepitas.

¿Hay que tomar partido entre estas dos maneras de soportar la opresión? La esponja es puro músculo, y se llena de viento, del agua limpia o sucia, según el caso, y esta gimnasia es innoble. La naranja es más refinada, pero demasiado pasiva -y ese fragante sacrificio… es en verdad hacerle las cosas muy fáciles al opresor.

Pero no es suficiente para hablar de la naranja con haber recordado su manera específica de perfumar el aire regocijando a su verdugo. Es necesario destacar también el tono glorioso del consiguiente líquido que, mejor que el jugo del limón, obliga a la laringe a abrirse con generosidad para decir la palabra y para tomarlo, sin muecas aprensivas, sin rispidez en las papilas gustativas.

Y uno se queda sin palabras para contar la admiración que despierta la envoltura de la tierna, frágil y rosada esfera en este espeso papel secante húmedo en donde la epidermis extremadamente fina pero muy pigmentada, hirientemente sápida, tiene el punto justo de rugosidad que permite retener dignamente la luz sobre la forma perfecta de la fruta.

Pero al final de un estudio demasiado breve, hecho lo más rotundamente posible, es necesario ir al grano: la semilla, parecida a un minúsculo limón, tiene el color de la madera blanca del limonero, y por dentro es de un verde de arveja o de brote nuevo. Y allí se puede reencontrar, después de la explosión sensacional del farol veneciano de sabores, colores y perfumes que es la esfera frutada en sí misma, la relativa dureza y el verde (no desprovisto por cierto de sabor) de la madera, de la rama y la hoja: un resumen pequeño pero que ciertamente es la razón de existir de la fruta.

Francis Ponge

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Ausencia


Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.


Jorege Luis Borges

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Mito

mito mío
acorde de luna sin piyamas
aunque me hundas tus psíquicas espinas
mujer pescada poco antes de la muerte
aspirosorbo hasta el delirio tus magnolias calefaccionadas
cuanto decoro tu lujosísimo esqueleto
todos los accidentes de tu topografía
mientras declino en cualquier tiempo
tus titilaciones más secretas
al precipitarte
entre relámpagos
en los tubos de ensayo de mis venas.


Oliverio Girondo

(de "En la Masmedula")

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Desayuno


Echó el café
En la taza
Echó leche
En la taza de café
Echó azúcar
En el café con leche
Con la cucharilla
Lo removió
Bebió el café con leche
Dejó la taza
Sin hablarme
Encendió
Un cigarrillo
Hizo aros
Con el humo
Echó la ceniza
En el cenicero
Sin hablarme
Sin mirarme
Se levantó
Se puso
El sombrero
Se puso
La capa de lluvia
Porque llovía
Y se fue
Bajo la lluvia
Sin una palabra
Sin mirarme
Y yo tomé
Mi rostro entre las manos
Y lloré


Jacques Prevert (de ‘Paroles', Editions du Point du Jour, Paris 1945). Tomado de http://www.lucernario.org/



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